Tras Uvalde, cirujanos de trauma detallan los horrores de las masacres, y reclaman cambios

En su comparecencia ante un comité de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, el doctor Roy Guerrero, pediatra de Uvalde, Texas, contó a los legisladores los horrores que vio en dos de los 19 cuerpos de los niños asesinados en la masacre de la escuela primaria Robb. Estaban tan pulverizados, dijo, que solo se los pudo identificar por la ropa que llevaban.

En estos años, la profesión médica ha desarrollado técnicas como la rápida evacuación de pacientes para salvar a un mayor número de víctimas de tiroteos. Pero traumatólogos cirujanos entrevistados por KHN dicen que incluso esas mejoras solo pueden salvar a una fracción de los pacientes cuando son heridas infligidas por rifles de tipo militar.

Con heridas de gran tamaño, muchas víctimas fallecen en el mismo lugar de los hechos sin ni siquiera llegar al hospital, dicen. Las que sí llegan a los centros traumatológicos parecen presentar más heridas que en años anteriores, según los cirujanos.

Pero, agregan los doctores, las armas usadas no son nuevas. En cambio, lo que sucede es que hay más de estas armas particularmente letales, y esas armas se usan con mayor frecuencia en tiroteos masivos y en la violencia cotidiana que padecen comunidades en todo el país.

Los doctores, frustrados por la masacre, claman por medidas amplias para frenar el aumento de la violencia con armas.

Semanas después del tiroteo en la escuela de Uvalde sigue sin estar claro qué pasos adoptará el país para evitar otro ataque de esa magnitud. La Cámara de Representantes aprobó hace pocos días medidas destinadas a reducir la violencia con armas, pero su aprobación en el Senado sigue siendo incierta.

Muchos médicos están de acuerdo en que debe hacerse algo sustancial. “Una única solución no resolverá esta crisis”, dijo la doctora Ashley Hink, de Charleston, Carolina del Norte, quien era traumatóloga cirujana residente en la Universidad Médica, en Carolina del Sur, cuando un supremacista blanco asesinó a nueve miembros negros de la iglesia episcopal metodista africana Madre Emanuel en 2015. “Si alguien quiere apostar por una sola solución, es que no están suficientemente informados sobre este problema”.

Las armas que se disparan en tiroteos masivos –a menudo definidos como incidentes en los que se disparó al menos a cuatro personas– no son solo fusiles de tipo militar, como el AR-15 usado en Uvalde. Los cirujanos dicen que han visto un aumento en el uso de pistolas semiautomáticas, como la empleada en el tiroteo de la iglesia de Charleston. Pueden contener más munición que los revólveres, y disparar más rápido.

La violencia con armas en general ha aumentado en años recientes. En 2020, las heridas por armas de fuego se convirtieron en la principal causa de muerte entre niños y adolescentes. Los homicidios relacionados con armas aumentaron un 35% en 2020, informaron en mayo los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). La mayoría de estas muertes se atribuyen a pistolas. 

De todas formas, cirujanos de trauma como el doctor Rob Todd, del Hospital Grady Memorial de Atlanta, culpan a los fusiles de tipo militar y al levantamiento de la prohibición nacional de las armas de asalto en 2004 por los mayores niveles de letalidad en la violencia con armas.

Un estudio publicado recientemente en JAMA Open Network halló que, por cada muerte en un tiroteo masivo, otras seis personas resultan heridas. Cirujanos entrevistados por KHN dicen que el número de heridas parece haberse incrementado. 

“Siento que estamos viendo un aumento de la intensidad de la violencia en la última década”, dijo el doctor Joseph Sakran, un cirujano de trauma del Hospital Johns Hopkins de Baltimore. Citó el número de veces en que disparan a una persona y dijo que se dispara cada vez a más corta distancia.

Los índices de supervivencia en un tiroteo masivo dependen de múltiples factores, entre ellos el tipo de arma de fuego usada, dijo el doctor Christopher Kang, de Tacoma, Washington, presidente electo del Colegio Americano de Médicos de Urgencias.

Varios tiroteos recientes han dejado poco supervivientes.

El autor de la masacre de Charleston disparó varias veces a cada una de las nueve personas que fallecieron. Solo una de ellas fue trasladada al hospital y al llegar no tenía pulso.

En los tiroteos en tres spas asiáticos en el área de Atlanta el año pasado, solo una persona que recibió un disparo sobrevivió.

El caos en los escenarios de tiroteos masivos –y la presencia de un tirador “activo”– puede retrasar crucialmente la llegada de las víctimas al hospital, dijo el doctor John Armstrong, profesor de cirugía de la Universidad del Sur de la Florida. “Con las armas de alta potencia se observa una mayor destrucción de tejidos, más hemorragias”.

El doctor Sanjay Gupta, neurocirujano que es el corresponsal médico principal de CNN, escribió sobre la potencia y la fuerza en una herida de bala causada por un fusil tipo AR-15, usado en el reciente tiroteo masivo en Buffalo, Nueva York. La potencia es igual a la de dejar caer una sandía en un piso de cemento, dijo Gupta, citando al doctor Ernest Moore, director de investigación quirúrgica del Centro Médico de Salud de Denver.

Los avances en medicina a lo largo de los años, incluidas las lecciones aprendidas en los campos de batalla de Afganistán e Irak, han ayudado a salvar vidas, dijo Armstrong, quien entrenó a equipos quirúrgicos del Ejército de Estados Unidos.

Esas técnicas, dijo, incluyen el uso apropiado de torniquetes, evacuaciones rápidas de los heridos y el uso de “sangre completa” para tratar a pacientes que necesitan grandes cantidades de todos los componentes de la sangre, como los que tienen terribles hemorragias. Se usa en lugar de sangre que se ha separado en plasma, plaquetas y células rojas.

Otra estrategia efectiva es adiestrar a transeúntes en cómo ayudar a víctimas. Un protocolo llamado “Stop The Bleed” (detener la hemorragia) enseña cómo aplicar presión a una herida, poner vendas para controlar la hemorragia y aplicar un torniquete. Stop The Bleed surgió tras el tiroteo en la escuela primaria Sandy Hook de Newtown, Connecticut, en 2012, en el que murieron 20 niños y seis adultos.

Los CDC, que en los dos últimos años han podido investigar sobre las armas tras años de prohibiciones congresionales, ha financiado más de una docena de proyectos dirigidos a estudiar la problemática de la violencia con armas desde una perspectiva de salud pública. Esos proyectos incluyen estudios sobre heridas por armas de fuego y la recolección de datos sobre esas heridas en salas de urgencias de todo el país. 

Para algunos doctores, la violencia con armas ha generado acciones políticas. La doctora Annie Andrews, pediatra de la Universidad Médica de South Carolina, se presenta como demócrata a un escaño en la Cámara de Representantes con una plataforma sobre la prevención de la violencia con armas. Tras el tiroteo en la escuela de Uvalde, dijo Andrews, muchas mujeres en su vecindario se le acercaron para preguntar “¿qué se puede hacer sobre esto? Estoy preocupada por mis hijos”. 

El doctor Ronald Stewart, catedrático de cirugía de la Universidad de la Salud en San Antonio, dijo a KHN que quienes recibieron disparos en Uvalde tenían heridas de balas de “alta potencia, alta velocidad”. Cuatro de ellos, incluidos tres niños, fueron trasladados al Hospital Universitario, que ofrece tratamiento traumatológico de alto nivel.

El hospital y Stewart ya conocen este tipo de masacre. El hospital de San Antonio trató en 2017 a víctimas del tiroteo en la iglesia de Sutherland Springs que dejó más de una docena de muertos.

Dos de las cuatro víctimas del tiroteo de Uvalde han sido dadas de alta, dijo Elizabeth Allen, vocera de la Universidad de la Salud, y las otras dos permanecían hospitalizadas hasta el jueves 9 de junio.

Se necesitará un esfuerzo bipartidista que no amenace los derechos de la Segunda Enmienda para lograr cambios significativos en lo que Stewart, dueño de armas, calificó de “epidemia significativa”. Stewart destacó que medidas de seguridad públicas han reducido las heridas no intencionales en los accidentes de auto. Para la violencia intencionada, dijo, no ha habido ningún progreso.

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